Seamos humildes. No nos creamos perfectos, porque no lo somos. Al contemplarnos interiormente, descubrimos que nuestro verdadero carácter es rudo y violento como el de nuestros antepasados; tal vez más, y puesto que para nosotros la tradición se conserva más arraigada cuanto más antigua, reconozcamos que nuestra ignorancia también sigue y se continúa…